martes, 11 de marzo de 2014

Aventuras vemos, lógica no sabemos.


Jesús Castillo

Es bien sabido que los mejores momentos en la vida de un hombre ocurren durante la infancia, esa etapa donde la inocencia reduce toda problemática que se pueda presentar y convierte el entorno en un campo de juego. Para los adultos, esa inocencia desaparece y aunque existe la idea de “nunca perder al niño interior”, es imposible ver las cosas tal cual como las ven ellos. Este punto en particular apareció en mi mente al ver la nueva película española “Zipi y Zape y el club de la canica” del director Oskar Santos, no porque la temática tratada sea esa, sino porque a nivel técnico, existen varios factores que para un niño pueden pasar desapercibidos y convertirla en la mejor producción del año, pero que desde la perspectiva de un adulto se puede llegar a tornar en cierto grado ilógica y en base a esto, difícil de disfrutar.
         Antes de indagar en estos puntos frágiles presentados, cabe señalar que la historia y la transición a la pantalla grande fueron bien logrados, primero porque a diferencia de otras películas infantiles ésta puede llegar a ser más digerible para el público mayor al involucrar una fotografía, planos y movimientos de cámara tan bien planeados y llevados a cabo que fácilmente vencen a otras producciones con más prestigio,  y segundo, porque la metodología que usaron en cuanto a la realización del guión basado en aventura siempre funciona, es decir, por más malas actuaciones, mal sonido o diálogos incoherentes que se puedan llegar a presentar, el público se va a intrigar por saber cuáles son y cómo es que resuelven todos los acertijos o mejor aún, si los protagonistas logran el éxito en el camino. Este tipo de estructura narrativa se puede ver presente en películas reconocidas como Los Goonies o Jumanji.
         Dejando de lado esto y puntualizando que en general “Zipi y Zape y el club de la canica” es una buena película, ahora pasamos a las cosas que la afectan. Primeramente, lo interesante comienza cuando el club de niños deciden rebelarse durante la noche y hacer actos de vandalismo en el instituto educativo, pero previo a que esto suceda, Zape es reconocido en el lugar por ser el más problemático y el director jamás sospecha de él o, lo que es peor aún, no se les ocurre poner a algún guardia en los dormitorios o  esperar y ver cuáles camas son las vacías. Por otro lado, los únicos personajes que se hacen sentir en la historia son Zipi, Zape y Matilde, los otros dos llegan a ser inútiles y hasta cierto punto de relleno; sus actuaciones son tan exageradas que más que hacer reír, desesperan. La construcción de estos dos personajes carecen de personalidad o la idea que tenían para ellos no aporta mucho a la continuidad de la narración. Por último, jamás se menciona cómo es que el antagonista logra apoderarse de la institución, la cual solía ser de un veterano amante de los niños y la manera en la que las dificultades se resuelven son muy fáciles y sacadas de la manga.
         Son estos pequeños elementos los que desequilibran la lógica del guión pero otros como los antes mencionados y la excelente actuación de Javier Gutiérrez como Falconetti los que la rescatan y la hacen merecedora de una recomendación aceptable.

Zipi y Zape y el club de las canicas (2013)
Director: Oskar Santos
Escritores: José Escobar (cómic), Jorge lara (screenplay), Oskar Santos, Francisco Roncal.
Reparto: Javier Gutiérrez, Raúl Rivas, Daniel Cerezo, Claudia Vega, Fran García, Marcos Ruíz,
Fuente: http://www.imdb.com/title/tt2388821/fullcredits?ref_=tt_ov_st_sm

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