Blancanieves
Esta
película de Pablo Berger es una grama con muchos toques cómicos. Se sitúa a
mediados del siglo pasado en España. La técnica utilizada es la del cine mudo a
blanco y negro. Se buscó incorporar elementos del famoso cuento de Blancanieves
en un entorno taurino al sur de la Península Ibérica.
Así como
se usan estereotipos de los cuentos de hadas, así también se proyectan variados
estereotipos de la cultura hispana. En un intento por acercarse a un cine más
americano, las costumbres y tradiciones españolas o son minimizadas o
maximizadas. Por ejemplo, la fiesta taurina con enanitos toreros no es como en
verdad se vive allá. Es un elemento dramático adicional. Por otro lado, no hay
dolor en el toro y la petición de indulto es algo que cae en lo rosa. Aligeran
la tauromaquia. Por otro lado, la sesión de fotos con el cadáver es magnificado
y se le transforma en cómico. Tradiciones de España cambiadas para adaptarse a
un cine más comercial.
La
fotografía es bien lograda y lleva bien a todo el argumento. Juega mucho con
las luces y las sombras. Donde más se ve esto es en la mansión y en los
corrales. Tiene muchos cambios de perspectiva y enriquece el lenguaje visual.
Los
actores hacen una muy buena labor. Antonio Villalta (Daniel Giménez) logra transmitir emociones fuertes con un
cuerpo paralizado. Encarna (Maribel Verdú) es el prototipo de mala de cuento.
Vanidosa, soberbia y sin escrúpulo alguno. Es un personaje bien llevado desde
el guión.
Es
acertado no poner tantos tarjetas de texto. Dejan que las actuaciones lo digan
todo. Es una película bien lograda pero que para muchos está bajo la sombra del
ganador al Óscar: el Artista.
Por Adrián Gutiérrez